Autor: Melissa
Temática: General
Descripción: Página 6 Nunca fui de juzgar a las personas, no cuando mis padres estaban felices, divorciados y siguiendo adelante, pero ¿tenían que esperar dieciséis años para hacerlo? Mi factura de terapia probablemente era tan alta como yo, y con mi metro ochenta y tres yo era malditamente alta. Todas esas emociones reprimidas no podían ser buenas para ninguno de nosotros. —¡Kia! —Joanne asomó la cabeza en mi habitación—. ¿Estás despierta? Yo estaba parada en el centro de mi cuarto, completamente vestida con mis jeans y un suéter enorme. —No. Estoy caminando dormida otra vez. Joanne rio. —Mamá quiere que te apresures o llegarás tarde. —Hizo una pausa, sus delicados rasgos se arrugaron—. Deberías ponerte algo de rubor. Te ves pálida. Entonces se fue y yo me quedé mirando mi reflejo en el espejo ovalado en la esquina de mi cuarto. Ninguna cantidad de rubor en el mundo tendría el poder de hacerme hermosa. Era irreparable, como uno de esos relojes antiguos del abuelo que ya no funcionaban porque alguien perdió la cuerda, pero tu mamá lo seguía guardando cerca porque tenía valor sentimental cuando en realidad era increíblemente feo. Esa era básicamente la historia de mi vida. Me encantaban los suéteres, los grandes. Puntos extra si era esponjoso. También era anormalmente alta para mi edad, lo que hacía parecer pequeños a la mayoría de los chicos, haciendo que una cita se volviera un poco incómoda… para mí. Los chicos lo adoraban. La altura de sus ojos quedaba al nivel de mis pechos. Ahora, no es que fuera a ganar un concurso de camisetas mojadas, pero mis niñas estaban bastante bien si podía decirlo. Mi buena apariencia y deslumbrante destello de la moda terminaban allí. En algún momento durante la concepción, mientras yo luchaba por la dominación del Huevo contra otros miles de microscópicos hermanos y hermanas, algo sucedió y terminé con una pizca más de mi padre. Es un hombre apuesto, debo confesar, pero es, sin embargo, un hombre. Por lo que mi rostro tiraba más a ser cuadrado con una mandíbula demasiado fuerte. Mi nariz estaba bien, pero luego estaban mis ojos de color marrón. Nada sofisticado como avellana, miel derretida o cualquier cosa. Eran marrones. Punto. Como el barro o la corteza o… bueno, ya tienes una idea. Mi cabello era castaño corto, hasta